9 abr 2009

Klaipeda, la ciudad del ámbar.

Echo de menos Klaipeda. Allá pasé muy buenos momentos el año pasado. Estuve un semestre trabajando como profesor en una universidad americana que se instaló en esa ciudad costera poco después del desmoronamiento de la Unión Soviética. Se trata de una universidad financiada por charities canadienses y norteamericanas. Un modelo muy distinto al que tenemos en España. Tuve mucha suerte porque necesitaba trabajo y ellos necesitaban un profesor de microeconomía y de business research methods. Y bueno pensaron que, aunque mi inglés no es perfecto, podría hacer bien mi trabajo si acompañaba mis lecciones con una buena colección de diapositivas en power-point. La experiencia fue inenarrable. Esa universidad me cambió literalmente la vida. El hecho de haber trabajado para ellos supuso de inmediato que otras instituciones educativas de la región me abrieran las puertas. Desde entonces me he cruzado el país de punta a punta. También he dado clases en Riga. Y ahora tengo en mi bolsillo un billete de avión que me llevará a Islandia como profesor de márketing. Les debo mucho a mis amigos americanos. La mayoría de ellos volvieron a sus países de origen. Mi jefa, la Dra. Bonnie S. , debe estar ahora disfrutando como una niña su bien merecido retiro de las colinas de Minnessota. Aprendí mucho con ellos. Y mantengo contacto con alguno de mis ex-estudiantes. La mayoría de ellos son jóvenes procedentes del Este y del far-East. De países como Rusia, Mongolia, Moldavia, Bielorusia, Azerbayán. También hay estudiantes americanos y otros que proceden de África. Como los que aparecen en la foto. Estos estudiantes senegaleses formaban parte del equipo de baloncesto de la universidad. Y creo que eran bastante buenos. Algunas veces me los encontraba en alguno de los garitos que abundan en lo que en otros tiempos fuera la capital de Prusia. La antigua Memel. Una noche acabé con ellos precisamente en el Memelis, que es una especie de restaurante-bar-discoteca muy popular entre los estudiantes de Klaipeda.

Klaipeda es una ciudad fascinante. Creo que es la ciudad más bonita de Lituania. A los turistas ocasionales les aconsejo que si tienen oportunidad la visiten. Si quieren comer donde lo hizo Adolf Hitler cuando reincorporó Klaipeda al III Reich les recomiendo que pasen por el Juodas Katinas (Black Cat). Se encuentra en el casco viejo de la ciudad. Al lado del río. También los amantes de la historia no pueden dejar de visitar el restaurante de la estación de trenes de Klaipeda. Allá hay, en un rinconcito, una mesa con una placa que explica que fue el lugar donde acudía V.I. Lenin a comer cuando pernoctaba en esa ciudad.

Klaipeda o Memel siempre ha sido codiciada, por su posición estratégica, por todos los voraces vecinos de esta pequeña república báltica. Y de hecho, Klaipeda es en sí misma una ciudad no lituana. Es la capital de la que aquí se conoce como Zemaitija. O pequeña Lituania. Para muchos lituanos el zemaitijo es un dialecto. Aunque otros consideran que se trata de una lengua distinta del lituano. Mi chica, por ejemplo, dice no entender a quienes hablan el zemaitijo. Y según ella el Zemaitijo se parece más al letón que al lituano. En Klaipeda he visto revistas escritas en esa lengua-dialecto. Existe, además, un pequeño movimiento a favor de la autonomía de esta región y que reivindica el zemaitijo como lengua de cultura y vehículo de expresión en la universidad, la escuela y los medios de comunicación de esta región. Algunos lituanos están preocupados por el avance de ese movimiento autonomista. Temen sobre todo perder Palanga, que es la playa en la que todos los lituanos se concentran para tomar el sol -ellos- y lucir palmito -ellas- en la corta estación de verano. Lo dicen medio en broma medio en serio. Por lo que sé existe incluso un partido político que reivindica abiertamente la independencia de Zemaitija. Y toman como modelo de referencia al movimiento de Umberto Bossi, la Lega Lombarda. Mala cosa. El primer tropiezo que tuve con la Lega fue en Bologna. Disfrutaba entonces de mi alocada vida de estudiante Erasmus. Todavía me acuerdo de las manifestaciones que, a menudo, recorrían la zona universitaria de aquella ciudad. Lega de merda, lega de merda,.. todo acompañado con tambores y sonido ragga-muffin'. Y se referían al movimiento cercano al fascismo que encabezaba el por entonces todavía joven y flamante senador italiano Umberto Bossi y que tenía en Bérgamo su principal bastión. No sé cómo le irán ahora las cosas al lumbard ése. Creo que bien.

Blogalaxia Tags:Klaipeda, Memel, universidad, erasmus, Riga
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