24 jul 2009

Krizė (I)

EN un rato voy a tomar el trolebús número 13 que me llevará al centro de Kaunas. Me voy al "Latino Baras", un garito en absoluto recomendable que se encuentra en el casco viejo de la ciudad. Allá pincha hoy mi amigo DJ Carlos R. que es un venezolano que se vino a vivir a Lituania hace unos seis meses. Mi amigo vive nada menos que en Panevėžys, una pequeña ciudad al norte del país, no muy alejada de la frontera con Letonia. Un pueblo donde hay muy poca cosa qué hacer o qué ver. Todos los autocares que van a Riga o Tallinn tienen una parada obligatoria en la deprimente estación de autobuses de Panevėžys. En esta ciudad, según dicen, campa a sus anchas la mafia rusa. Aquí la mafia siempre es calificada de "rusa" aunque probablemente en los grupos mafiosos lituanos haya más puro gánster lituano que otra cosa. Todavía aparecen esporádicamente noticias de asesinatos y de coches que vuelan por los aires como consecuencia de las luchas entre bandas rivales. Kaunas hasta hace sólo diez años era considerada la capital de la mafia en este país. Era una ciudad decididamente peligrosa. Mi chica me contó una vez que la Policija carecía de recursos y que, a mediados de los 90, los agentes se trasladaban en trolebús porque el gobierno no tenía dinero para pagar la gasolina de los coches patrulla. Su padre iba al trabajo con una pistola en el bolsillo para defenderse de los "chicos malos". Ya me puedo hacer una idea de cómo estaban las cosas. Mi amigo Mantas, un informático buenísimo que trabaja en una empresa subcontratada de la Hewlet Packard, me dijo que Kaunas empezó a ser una ciudad habitable sólo a principios de este decenio. Entonces las condiciones económicas mejoraron bastante en esta zona de Europa. Y la situación de "anomia" en la que vivían algunas ciudades como Kaunas empezó a remitir a medida que las instituciones gubernamentales iban estructurándose y ganando presencia en la calle y se hacían presentes en la vida cotidiana de la gente. Los primeros años de la independencia de la joven república fueron duros. Después las cosas se fueron normalizando. Muchos de los que trabajaban en los grupos mafiosos acabaron convirtiéndose en decentes, prósperos y envidiados hombres de negocios. Y algunos incluso ocuparon puestos importantes en la administración y en la política. Y muchos de los "chicos malos" que peleaban en las bandas mafiosas de los noventa se fueron reconvirtiendo en "securetas". Y ahora trabajan en compañías como Argus Saugus Tarnyba, la más importante empresa de seguridad de Kaunas, y se dedican a cazar "conejos" o "zuikis" que es como aquí se denomina a los que se suben al trolebús sin pagar el billete. Mejor evitarlos. Muchos todavía tienen el chip de los años 90 incrustado en alguna parte de su rudimentario cerebro. Cuando formaban parte de la banda. Y a me menudo se les "va la mano" más de la cuenta. Exceso de "celo profesional" que dicen en el lenguaje forense. Yo mismo he visto cómo sacaban del trolebús a un pobre anciano que no había pagado el billete. Lo sacaron a empujones. Hacía un frío de cojones y el viejo acabó cayendo de bruces sobre el suelo que estaba cubierto por una gruesa capa de hielo sucio. Y los securetas se reían de él. Los muy cabrones. Vamos, más o menos como en España. Que allá tampoco eran santos de mi devoción.

Vivo en la Savanorių prospektas, o Avenida del voluntario, que viene a ser la espina dorsal de Kaunas. Es la vía más importante, el punto obligatorio por donde debe transitar casi todo el tráfico rodado de la ciudad. Los coches y autobuses que vienen y van a Vilnius. Los camiones que vienen cargados de la ciudad portuaria de Klaipėda y se dirigen a Polonia o Alemania. Los autocares de Eurolines o Ecolines en ruta a Riga y Tallinn. Cuando me trasladé a vivir a Lituania, de eso hace ahora más de dos años, empecé a buscar piso precisamente en esta zona. Al principio, y por un período de tres meses, estuve viviendo en la Laisvės Alėja o paseo de la Libertad. En un apartamento para turistas por el que me cobraban unos 400 euros al mes. La Laisvės Alėja es una vía peatonal de más de un kilómetro y medio de longitud. La más larga del Este de Europa. Fue diseñada en época soviética en el año 1953 y reformada en el año 1982. Y recuerda un poco a las Ramblas de Barcelona. Unas ramblas desteñidas, sin palmeras ni kioskos. Unas ramblas sin mimos ni cotorras. Poco se ha hecho desde entonces. El pavimento y mobiliario urbano de este paseo no han sufrido cambios de ningún tipo y como es lógico, con el transcurso del tiempo, la calle se ha ido deteriorando. Es como uno de esos viejos trolebuses color crema construidos en la antigua Checoslovaquia y que siguen todavía dando servicio. Como los bloques de pisos soviéticos donde reside la mayoría de la población del país. La Laisvės Alėja, con su pavimento resquebrajado de losetas y adoquines grises. Con sus agujeros que amenazan socavón y que se convierten en peligrosas trampas de hielo durante el invierno. Lo que ha ocasionado más de un accidente. Una vía que clama a gritos una renovación y que, a pesar de constituir el alma de la ciudad, está medio muerta. Es como un símbolo de lo que ocurre en este país. Donde no hay dinero para renovar los espacios públicos pero se vierten enormes sumas para financiar hipermercados y malls. La democracia significa irse a pasear a las grandes superficies. A pasearse y mirar. Porque la crisis está pegado fuerte en Lituania y comprar aquí, ahora mismo, la gente se lo piensa más de una vez a la hora de comprar nada.

La faena se remató cuando a alguien se le ocurrió conceder el permiso a un grupo de promotores vinculados a la cadena de distribución más importante del país, la cadena MAXIMA, para construir una mega-superficie llamada AKROPOLIS, a unos quinientos metros de la Laisvės Alėja. Un mall lleno de todo tipo de tiendas, bancos que trabajan todos los días del año, restaurantes, cines, y un hipermercado. Un hipermercado MAXIMA XXL como no podía ser menos. El AKROPOLIS dispone de todas las maravillas de la moderna sociedad de consumo. Tiene una bolera y varias salas de cine. E incluso cuenta con una pista de patinaje sobre hielo en la última planta. Donde los más atrevidos hacen todo tipo de cabriolas. Al AKROPOLIS la gente va a pasear. Porque está limpio y tiene calefacción en invierno y aire acondicionado en época estival. Y hasta dispone de hilo musical donde te machacan siempre con los últimos éxitos de la MTV. En fin, un himno a los nuevos tiempos que corren. Existen numerosos videos tomados por particulares y colgados en You Tube donde puede verse claramente que la gente se reúne allá como si se tratara de una plaza pública. Un espacio privado convertido en espacio público. Donde las niñas van a lucir palmito siempre tecleando su teléfono móvil y mirando de soslayo los escaparates de Mango, Camel, Escada, Zara, Pull & Bear, Body Shop. En el AKROPOLIS hay muchas franquicias de cadenas de ropa españolas. Y los hombres de negocios se reúnen entorno a alguna de las mesas de los innumerables bares y restaurantes de los que dispone el complejo. Para hablar de negocios y para mirar a las niñas que pasan. Comprar es lo de menos. Lo importante es estar allá porque da "status". En fin, todo un templo dedicado a los dioses paganos de la utopía capitalista. Una auténtica pesadilla. Pero una utopía confortable y caliente. Y eso, cuando en invierno aquí se llega a los -25 grados centígrados, es razón más que suficiente para pasar largos ratos entre las paredes de este tipo de malls. Aquí, en Lituania, hay decenas de ellos. Con nombres como "Molas" (la mole), "Mega", "Panorama", "Savas". Nombres que quieren indicar que comprar aquí es super-cool, lo más in o , como decimos los catalanes, la reòstia. Y, tras ellos, encontramos siempre las mismas empresas promotoras. Las mismas compañías constructoras, entidades financieras y empresas distribuidoras que no dudan en "untar" a quienes haga falta para obtener los debidos permisos y construir estos modernísimos complejos comerciales. Al fin y al cabo, se trata de un buen negocio. Ofrecer un poco de calor a los consumidores, mientras se concentra la distribución en muy pocas manos y se acaba con el escaso, poco estructurado y anticuado pequeño comercio del país.

El AKROPOLIS empezó a funcionar en el año 2007. Y la Laisvės Alėja literalmente se despobló de gente y de comercios. Incluso llegó a cerrarse un establecimiento de la propia cadena MAXIMA donde, por entonces, hacía yo mis compras. Un Maxima pequeñito que se encontraba razonablemente cerca de donde vivía y en el que me proveía de cerveza y de algunos artículos y viandas que no hallaba en otro lugar. Ahora, ante la evidencia del desastre, el Meras o Alcalde de Kaunas, el joven político conservador Andrius Kupčinskas, ha convocado un concurso de ideas para revitalizar la Laisvės Alėja. Y se le ha ocurrido instalar por el centro de Kaunas, a lo largo de este hermoso y decadente paseo, varios escenarios baratos adornados con una pancarta que dice "Einam 2009" (Vamos 2009!). ¿Vamos? ¿A dónde? Al AKROPOLIS por supuesto. Porque la gente sigue sin acudir a la Laisvės Alėja. Por mucho que se esfuercen los grupos amateurs de música y algunos estudiantes con guitarra y aspiraciones al estrellato que se suben a las tarimas de madera del "Einam 2009". La avenida sigue muerta incluso ahora en pleno verano cuando da gloria pasearse bajo sus frondosos castaños y disfrutar del espectáculo multicolor de sus parterres de flores. La gente está en el AKROPOLIS. Haciendo ver que compra.

Historia de la fotografía: Incluyo en este post una fotografía que tomé en un muro de Kaunas, muy cerca del Latino Baras, donde hoy pincha mi amigo venezolano. Es una fotografía de un tag un tanto artístico. Un tag que alguien quiso dedicar a la crisis financiera mundial que está haciendo estragos en las pequeñas economías "abiertas" de los países bálticos. Durante más de un decenio se tomaba las políticas ultraliberales impulsadas por los gobiernos de estos países como modelo económico a seguir en toda Europa. Ahora vemos los resultados de tales políticas. Volveré sobre el tema muy pronto.

Estadísticas de las Cartas desde el Este

3 jul 2009

Humedad relativa

HOY hace mucho calor en Kaunas y tengo las ventanas abiertas de par en par. Como diría mi madre, hace un bochorno que pa' qué. Un calor húmedo que se te pega al cuerpo y ya no te deja. El calor llegó en vísperas de San Juan. Por aquí lo llaman Joninės. Fue el día más largo del año. La noche más corta. En el verano báltico los días son largos y un tanto tediosos. Largos como una jornada sin pan. El sol apenas se pone unas horas. Desaparece brevemente alrededor de la medianoche y a las dos o tres de la mañana ya empieza a alborear. Las ventanas del apartamento donde vivo no tienen persianas. Sólo unas antiguas cortinas de encaje. Unas cortinas sucias que tengo siempre recogidas con una cinta azul que encontré en uno de los cajones de este viejo apartamento construido en la época de Leónidas Brézhnev. En un desvencijado armario socialista de formica marrón oscuro que fue asignado a este apartamento por el Ministerio soviético del mueble. No es broma. Un día dedicaré un post entero a mi propio apartamento. Creo que puede resultar de interés para comprender algunas características del autodenominado "socialismo real". Para entender algunas de las miserias del modelo burocrático de economía de planificación centralizada. Pero ahora no me apetece hacerlo. Y no tengo la suficiente carga de ironía en las venas para abordar con humor, como a mi me gusta, un tema tan espinoso como el socialismo soviético. Para enfrentarme a mi propia manera de ver el mundo. A mis propias convicciones personales. Porque quien esto escribe no es precisamente un admirador de Milton Friedman ni un lameculos de la ortodoxia económica de la escolástica neoliberal que domina actualmente en las cátedras y puestos científicos de la mayoría de universidades y centros de investigación españoles. Pero tambien debo decir que no puedo ni quiero ser un nostálgico del pasado. El modelo burocrático autodenominado socialista se desmoronó simple y llanamente porque era una cutrada. Se desplomó por no pintar de colores las paredes de los edificios. Por construir bloques de pisos que recuerdan cajas de zapatos mal amontonadas. Bloques de pisos grises que, como los borrachos, tienen problemas para mantener la verticalidad. Como si los arquitectos soviéticos hubiesen desconocido los rudimentos de su profesión, la geometría euclidiana y el uso del cartabón, la escuadra y la plomada. El modelo se colapsó por llenar las plazas con figuras de escayola de Lenin y por ser incapaz de llenar las bolsas del pan de la gente. Estatuas de yeso cubiertas por una fina capa de bronce para guardar las apariencias. Mercados sin bananas. Lavabos sin alicatar. En otro post volveré sobre el asunto. Ya digo que hoy no me encuentro de humor. Tengo todo el tiempo por delante porque no voy a abandonar esta tierra. Y porque probablemente acabaré comprándome uno de estos apartamentos ahora que la crisis financiera internacional ha hundido el mercado inmobiliario en este país. En estos momentos los precios de la vivienda de segunda mano resultan casi irrisorios. Podría adquirir el apartamento en el que vivo por unas 50.000 litas, que al cambio vienen a ser unos 15.000 euros. Ahora mismo vivo de alquiler con un contrato apalabraado, sin papeles de ningún tipo de por medio. Aquí casi nadie firma contratos de alquiler para evitar pagar impuestos. Muchas personas viven en este país gracias a actividades no declaradas. La economía sumergida les permite seguir a flote. Menudo juego de palabras me acaba de salir. El propietario de este apartamento sin persianas, el Sr. Edmundas J., es un hombre mayor con problemas cardiacos que recibe una pensión miserable del gobierno y que sobrevive gracias a las quinientas litas que le pago de alquiler. Se las pago religiosamente con periodicidad trimestral. En cash para no dejar rastro en ningún banco de las cantidades abonadas y así burlar al fisco. Creo que después de dos años nos estamos cogiendo afecto. Todavía no entiende muy bien qué coño estoy haciendo aquí.

Pero ahora vuelvo a mis ventanas abiertas. A las ventanas sin persianas de mi apartamento. La ausencia de persianas es un fenómeno que, de alguna manera, me ayuda a revivir mi propio periplo personal por el Este de Europa. Debo decir que por aquí, en esta zona de Europa, no se estilan las persianas. Estuve viviendo en Riga un mes y mi apartamento, que se encontraba en pleno centro de la ciudad, en Elizabetes iela, no tenía persianas. También viví en Narva, en la frontera de Estonia con Rusia. Una ciudad con un hermoso castillo defensivo enfrentado al castillo-fortaleza ruso que se encuentra en la vecina Ivangorod, justo al otro lado del río Narva. Un río fácilmente vadeable y en uno de cuyos islotes un grupo de amigos y yo celebramos una barbacoa memorable donde cayeron varias cajas de cerveza Ale Coq y Rock. Marcas muy populares en Estonia. Eso pasó hace justo tres años, en julio del 2006. Allá conocí a la que todavía es mi chica. La razón por la que me vine a vivir a Lituania. En fin, tampoco encontré persianas en Blagoevgrad, una ciudad búlgara cercana a la frontera con Macedonia donde la USAID financia una universidad americana para formar a los más jóvenes en "valores democráticos", "liderazgo sirviente" y "espíritu empresarial". O sea para adoctrinarlos en americanismo y de paso restar influencia a los rusos en la zona. Y, todo hay que decirlo, también para tener a mano a las jóvenes, guapas y siempre dispuestas estudiantes búlgaras. A las que les dan becas para que vayan a estudiar a los Estados Unidos. Muchas de esas estudiantes acaban allá casadas con algún hijo de papá o con algún tipo rico que les hace vivir plenamente el sueño americano. O acaban de putas. Que más o menos es lo mismo. En Blagoevgrad estuve hace tres años, en la Semana Santa del 2006. Pasé allá unos diez días. Y supongo que recuperaré aquella experiencia y la incluiré en mi blog. Y volveré a su río sucio, en las faldas de los Balcanes. A las pizzas con ketchup. Al "marquismo" que impera en la forma de vestir de los más jóvenes. Y a la sorprendente tradición de distribuir y colgar en las paredes de la vía pública las fotos de los familiares y amigos fallecidos.

Y bueno, para volver a las persianas, tampoco las había en el apartamento donde vivía mi chica, en Pécs, en el Sur de Hungría donde pasé quince días estas navidades. Parece mentira, pero en los últimos nueves años, y casi sin quererlo ni buscarlo, he tenido la oportunidad de residir temporalmente, y por diversos motivos, en al menos una docena de poblaciones del Este de Europa. Principalmente en la región del Báltico. Desde Narva, en la República de Estonia, hasta Szczecin (o Stettin en alemán) una ciudad portuaria de la costa de la Pomerania polaca, que en otro tiempo perteneciera a Alemania. Szczecin, de impronunciable nombre, cruzada por viejos tranvías destartalados y por hermosos canales que conducen hasta el mar. Una vez tomé el autobús desde allá y me planté en Kaunas. De eso fue hace ahora más de dos años. Me metí casi catorce horas de viaje en el cuerpo. Acabé rebentado. Desde entonces prefiero coger el tren para desplazamientos razonablemente cortos. Para los más largos utilizo el avión. El tren me gusta porque conoces a gente en el viaje y puedes estirar las piernas y mear en los lavabos. Y porque todavía conserva cierto halo romántico.

Y nuevamente vuelvo a mis persianas. Es un fenómeno que me tiene intrigado. Nunca tuve la oportunidad de encontrarme persianas como las que tenemos en España. Es un tema que tengo que investigar. Que me despierta la curiosiodad. Tengo varias teorías que pudieran explicar este extraño fenómeno. Pero deberé buscar otra mejor ocasión. No será en este post que empieza a resultar ya demasiado largo. Al principio me resultaba imposible dormir cuando el sol entraba en la habitación. Pero ahora, después de dos años viviendo sin interrupción en Lituania, debo decir que duermo a pierna suelta hasta las ocho de la mañana, cuando el perrito pequinés de la vecina empieza a ladrar como un loco para que lo saquen a pasear. Al sol ya me ha acostumbrado. Al perrito pequinés todavía no.

Hoy hace calor en Kaunas. Abro de par en par mis ventanas sin persianas. Miro atrás con cierta nostalgia y disfruto de este momento. Disfruto del sol que me toca la piel. Y de esta humedad relativa que me tiene hoy atrapado y que ya no me dejará durante todo el día. Acabo de recibir una llamada de mi amigo argentino José S. para que nos vayamos juntos al Kauno Marios, el mayor lago artificial de la región y que fue construido en época soviética, en el año 1959, para aprovechar la fuerza de las aguas del río Neman (o Nemunas en lituano) y generar la energía eléctrica con la que se mueven los trolebuses de esta ciudad. Es un lago que tiene una playita y algunos puestos de comida y bebidas y que, con el calor, se suele llenar de gente y, sobre todo, de niñas guapas que van a tomar el sol y a lucir palmito. Especialmente durante los fines de semanas. Y este weekend es un fin de semana largo pues el lunes 6 de julio aquí es festivo. Se celebra la coronación del Rey Mindaugas. El único rey que ha tenido Lituania en toda su historia. Y eso fue nada menos que en el año 1253. También fue el primer líder cristiano de este pueblo. El último pueblo pagano de Europa y contra el que se declararon distintas cruzadas. Al final los lituanos abrazaron el cristianismo por conveniencias políticas. Mejor cristianos que muertos. La historia de las cruzadas bálticas o cruzadas nórdicas es apasionante. Y estoy dedicando cierto tiempo para recoger información y para poner las ideas en orden. Creo que acabaré escribiendo algo sobre este asunto. Algo personal, cocinado y aliñado a mi gusto. Algo digerido por mi mismo. Evito que mi blog personal se transforme en un mal ejercicio de escolar poco aplicado, lleno de errores ortográficos, indisimulados copy-pastes desde fuentes dudosas y groseras traducciones más o menos acertadas desde la wikipedia. Para un viaje como ése no hacía falta tantas alforjas que dice un antiguo refrán castellano.

Bueno, ya está bien. Sí, venga, vámonos para el Kauno Marios. Nos daremos al menos una ración de miranda con las magníficas diosas paganas que, cuando aprieta el sol en verano, siempre pueblan las orillas del lago. Y que son capaces de jugar al voleibol sin perder por un momento la compostura. Siempre elegantes y guapas. Siempre tremendas. Me voy pitando. A ver si allá, bajo los enormes árboles que rodean el lago, encuentro la sombra fresca que hoy necesito. Y también un poco de sosiego para mi siempre inquieto y algo atormentado espíritu.

Historia de la fotografía: He subido una fotografía que tomé aproximadamente hace un año en el Kauno Marios. Es una fotografía eminentemente playera. Aparecen varias chicas jugando al voleibol. En el fondo se puede apreciar el verde intensísimo de una vegetación exhuberante. En uno de los vestidores aparece un anuncio de Utenos, una de las marcas de cerveza más populares en este país. El verde y el amarillo de los vestidores instalados en la playita del lago son los colores "institucionales" del Ayuntamiento de Kaunas. Autobuses, trolebuses, papeleras y edificios públicos suelen incorporar esa combinación de colores. El Zalgiris Kaunas, el equipo de baloncesto con más solera de Lituania, luce también esa combinación de colores en su camiseta y escudo deportivos.

Y una nota de humor: Mensaje para los caballeros que puedan estar leyendo mi blog. Ya sé que ahora mismo están más interesados en el picardías de la niña de la izquierda de la fotografía que en las sesudas y bien documentadas disertaciones contenidas en mi blog . Aquí, a este tipo de niñas se les denomina "fyfas". Kaunas tiene la -mala- fama de ser la capital de las "fyfas" y de los "forsas". Me resulta díficil traducir al español ambos conceptos pues se trata de slang en lituano. Palabras que todos conocen pero que no se encuentran en el diccionario y que se refieren a tipos específicos de individuos ubicados en un entorno sociocultural determinado. Difícil de extrapolar a otras realidades distintas. Las "fyfas" podríamos convertirlas en las "pijas de barrio obrero" del extrarradio de Barcelona. Y los "forsas" serían algo así como los "garrulos" de barrio. Tipos con zapatillas Adidas o Nike, con motos trucadas y que no tienen ni dos dedos de frente. Aquí, sin embargo, a los "forsas" les van más las montain-bikes que las motocicletas. Supongo que por motivos económicos. Las "fyfas", como es obvio, tienen una gran aceptación entre la comunidad extranjera de por aquí (Erasmus en permanente estado de erección , hombres de negocios en busca de echar una "canita al aire" , turistas en la sesión del celo veraniego y aventureros de diverso pelaje). A los "forsas" mejor evitarlos. Me consta que a más de un Erasmus y a más de un " turista_en_busca_de_niña_fácil_del_Este" les han partido la cara. Por capullos. Capullos no los "forsas" cuya actuación tiene cierta justificación antropológica, en defensa del honor de la tribu, sino los tipos que creen que aquí todas la niñas se les van a abrir de piernas por su cara bonita. O porque tienen o se les supone que tienen algunos euros en el bolsillo. En los dos años que llevo viviendo en Kaunas he visto de todo. Incluso una noche me encontré con unos miembros del honorable cuerpo de bomberos de Barcelona, casados y con familia, en una especie de incursión sexual por estas tierras. Camino de Daugavpils, la segunda ciudad de Letonia. Una ciudad llena de rusas que los estaban esperando a ellos. Según sus propias palabras. Estos tipos venían de Minsk y hacían una escala técnica en Kaunas. Les hubiese partido yo mismo la cara pues el exhacerbado nivel de cretinismo del que hacían gala me resultaba del todo insoportable. A mi los "forsas" de Kaunas ya me conocen y me dejan en paz. Se han acostumbrado a mi presencia. Ya no les llamo la atención. Y creo que saben que yo respeto esta tierra que me tiene acogido y que me da de comer. Pero al principio tuve que tener cuidado pues en Lituania existe bastante rechazo hacia determinado tipo de foráneo que viene a este país con el único objetivo de "pillarse" a las niñas de aquí. Como si Lituania fuese una especie de Thailandia del Báltico. Volveré sobre el tema muy pronto.

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