PASADO mañana tomo un vuelo a Copenhagen y dejo por un breve período de tiempo la zona pobre del Báltico. Por motivos profesionales pasaré unos días en la capital danesa . Voy a participar como profesor en un proyecto educativo financiado por el Nordic Council. Y en el que están implicadas instituciones universitarias de siete países del norte de Europa. La primera fase del proyecto se desarrolló en Islandia, en la primavera de este año. De aquella experiencia todavía arrastro un pequeño artículo que me prometí escribir sobre la crisis financiera que vivió la isla hace justo un año. Y que llevó al país a la bancarrota. Un artículo que todavía no he escrito. Esperando tener una mejor ocasión para ello. Ahora la segunda parte del proyecto se implementará en Lituania. En la primavera del próximo año. Pero la fase de preparación se hará en Copenhagen donde nos reuniremos los profesores de las instituciones educativas que participan en este proyecto. Debo confesar que me siento afortunado por la oportunidad que me brinda el Nordic Council que es quien financia todo este tinglado. El Nordic Council es una institución que viene a representar a la comunidad de países escandinavos y que está financiada muy especialmente por las generosas aportaciones del gobierno noruego. Supongo que acabaré haciéndome una foto con la famosa sirenita de la capital danesa. Y me daré un garbeo por el barrio alternativo de Kristiania. Donde compraré unos pendientes hippies para mi chica. El sábado, finalizado el meeting, cogeré un bus hacia Malmö donde me espera Viktor P. un estudiante macedonio del que fui profesor. De eso hace dos años. Cuando trabajaba para una universidad privada financiada por charities cristianas americanas y canadienses que opera desde la ciudad portuaria de Klaipeda. Atravesaré el Öresundsbron y me adentraré en lo que siempre constituyó una especie de sueño. La Suecia de Niels Olgerson, Vicky el Vikingo y Pippi Långstrump . Y del malogrado Olof Palme. Y bueno, creo que con Viktor acabaré metido en cualquier antro de Malmö bebiendo más de la cuenta y buscando niñas. Con la esperanza de que alguna se deje dar un tiento. Pues mira que no hemos sido gamberros Viktor y yo. La noche de los jueves siempre estábamos metidos en El Calor, un garito de música latina que hay en Klaipeda. Si voy a visitarlo es porque de alguna forma entablé una relación de amistad que se truncó cuando dejé la universidad americana por otra institución ubicada en Vilnius. En la que trabajo hora y que paga bastante mejor.
Luego, de inmediato, cuando vuelva de mi incursión en tierra de vikingos, y casi sin darme tiempo ni a lavarme los calzoncillos, volveré a pisar las calles de Riga pues, como dije en otro post, participaré en otro proyecto educativo. Éste financiado por el Programa Erasmus LLP (que es un Erasmus para profes). Si no fuera por las condiciones climáticas y por la crisis económica que padece el país podría decir que estaría viviendo en la tierra de jauja donde ataban a los perros con longanizas.
Debido a tanta ida y venida no voy a tener demasiado tiempo estos días para actualizar mi blog. Sin embargo no puedo irme sin referirme a la crisis institucional que vivió el país como consecuencia de la detención del capo mafioso Henrikas Daktaras. Su detención provocó la caída del Presidente del Saeimas o Parlamento Lituano, Arunas Valinskas. Su propio partido político, el Tautos prisikėlimo partija (Partido de la Resurrección Nacional), que él mismo creó, lo acabó dejando con el culo al aire. Y el número dos de su partido decidió romper sus compromisos políticos con quien hasta hace poco fuera su líder. Y ha creado una agrupación política "independiente" formada por parlamentarios que ocupaban sillón en el Saeimas. Y que habían pertenecido al Partido de la Resurrección Nacional del defenestrado Valinskas. Sillón al que, por supuesto, no han renunciado. Ni tampoco Valinskas. Que sigue ocupando su puesto y compaginando sus actividades parlamentarias con las de productor de horrendos programas televisivos. Este grupo de parlamentarios le resultan vitales al gobierno del conservador A. Kubilius. Sin su apoyo en el Saeimas el Primer Ministro Kubilius se vería forzado a la convocatoria de elecciones anticipadas. Con el riesgo de perderlas. Sobre todo ahora, cuando la sociedad lituana se encuentra sumida en una situación de profunda crisis económica y moral. Una situación de crisis que se agudizará este invierno cuando la central nuclear de Ignalina (que suministraba energía barata no sólo a Lituania sino también a sus vecinos del Báltico) se apague por imposición del tratado de adhesión de Lituania a la Unión Europea. Cuando se cierre Ignalina el país pasará de ser exportador a convertirse en importador neto de energía. Energía que tendrá que pagar a precios europeos. El precio de la factura energética del ciudadano de a pie se incrementará dramáticamente. El efecto de esa subida en los precios de la energía se ha trasladado anticipadamente al precio de los alquileres. Que han caído en picado en todo el país. Entre el 30 y el 50%, depende de la ciudad y de la zona. Ahora es fácil encontrar apartamentos en Kaunas en relativamente buen estado por unas 300 litas al mes. Unos 90 euros al cambio. La explicación a este fenómeno se encuentra en las características peculiares del sistema de calefacción del que están dotados la mayoría de bloques de pisos en este país. Se trata de un sistema diseñado en tiempos de la República Socialista de Lituania. Un sistema comunitario de calefacción. Y que funcionaba bastante bien cuando la energía era suministrada casi a precio simbólico por el estado socialista. Pero cuando el suministro de energía se privatizó y dejó de ser un "derecho de ciudadanía" para transformarse en una commodity (en un bien sujeto a los caprichos de la "mano invisible" del mercado), entonces ese sistema de calefacción comunal se transformó en una carga para quienes vivían en estos edificios. La mayoría trabajadores, jubilados y personas de rentas modestas. La factura no hace más que crecer y crecer. Y como el sistema es comunal es imposible desconectarse de la calefacción. La calefacción está ahí quieras o no quieras. Aunque te vayas por unos días a Dinamarca. Tu piso estará siempre bien calentito. Aunque no haya nadie dentro. Y si no se paga la deuda, ésta se va acumulando. Como una espada de Damocles que amenaza con el deshaucio. Llega un momento en que la compañía suministradora de energía decide actuar jurídicamente. Y entonces acude al Juzgado (que aquí llaman Teismas) y solicita el embargo del piso para pagar el importe de la deuda acumulada. Cientos de propietarios, en su mayoría jubilados sin recursos y con pensiones miserables, se han visto deshauciados por no poder abonar el importe de la factura de la calefacción. Los pisos luego son subastados y vendidos a quienes ofrezcan hacerse cargo del importe de la deuda acumulada. Esta situación explica por qué los pisos de segunda mano con sistema comunal de calefacción no tienen ahora mismo casi ningún valor en el mercado. Porque pagar 90 euros por un piso con cuarto de baño, salón, cocina y con vistas a un bonito jardín de álamos y abedules suena casi a chiste. Cuando vuelva de mi periplo escandinavo me reuniré con el propietario de este piso en el que vivo y le pediré ajustar el precio del alquiler. Y creo que aceptará porque si lo abandono no creo que pueda encontrar a nadie que se "atreva" a ocuparlo y hacerse cargo de las cargas comunales. Y el hombre, una persona ya muy mayor, no podría hacer frente a las cuotas mensuales de la calefacción. De hecho, hay muchos inquilinos que viven en estos pisos sin pagar una lita a sus propietarios. Sólo pagan la calefacción y los suministros. Y el propietario al menos mantiene la propiedad. A la espera de poder deshacerse del muerto por un precio razonable. Y ahora, según parece, los precios están tan bajos que nadie quiere vender. Y los que quieren vender tampoco pueden hacerlo porque quienes estarían interesados en comprar demoran su decisión pues entienden que los precios de la vivienda aún seguirán bajando mientras se mantenga la actual coyuntura económica.
Historia de la fotografía: Subo en este post una fotografía que tomé hace un tiempo. Se trata de la huella de la mano del mítico jugador de baloncesto Arvydas Sabonis. La huella se encuentra en la puerta de un establecimiento McDrive ubicado a unos quinientos metros de donde vivo. Es el McDonalds más grande del país. Y está abierto las veinticuatro horas del día. Los 365 días del año. Y la mano de Sabonis se encuentra en su entrada. Como si se tratase de una estrella de Hollywood. De hecho, Sabonis es en esta país más importante que cualquier estrella. Es una leyenda viviente. El baloncesto hizo millonario a Sabonis. Y acabó comprando el Zalgiris Kaunas. En cuya cantera se formó como jugador. En tiempos de la Unión Soviética. Sabonis, por cierto, estudió en la LZUU. La famosa Universidad de Agricultura de Kaunas, a la que acudían estudiantes de todos los rincones de la Unión Soviética, y de otros países de la órbita socialista. Sabonis llegó a compartir aula con la madre de mi chica. Supongo que a Sabonis la crisis le importa un pimiento. Tiene varios negocios que parecen que le van bastante bien. Una cadena de tintorerías pijas llamada Sabonio, una empresa que fabrica e instala ventanas de plástico y varias empresas inmobiliarias. También creó una fundación que promueve el krepšinis, como lo llaman en Lituania, y que gestiona una escuela de baloncesto para niños y jóvenes. Lo de la empresa de instalación de ventanas es aquí un negocio cojonudo. Muchos pisos todavía tienen ventanas de madera por donde se cuela el frío en invierno. En cuanto pueden permitírselo incluso los lituanos con rentas más modestas buscan de inmediato cambiarse esas ventanas de madera e instalar ventanas de doble cristal y de plástico. Que aíslan mejor los habitáculos de las severas temperaturas del crudo invierno báltico.
Sabonis se casó con la que ahora es su mujer Ingrida Saboniene. La primera chica que ganó el premio Miss Lituania. Cuando el país alcanzó la independencia y abrazó, como todos los países de la órbita soviética, el credo y los vicios de la sociedad capitalista. El ex-jugador de baloncesto mantiene negocios y tiene propiedades en España. En la que vive por temporadas. Hace un par de meses el ahora empresario apareció en la prensa pidiendo dinero porque su equipo, el Zalgiris Kaunas, está pasando por momentos difíciles. Al parecer el equipo tiene problemas para pagar las nóminas de sus jugadores. El Ayuntamiento de Kaunas ya ha dicho que ayudará a reflotar al equipo. Joder, todavía no entiendo por qué se despilfarra el dinero de esta manera. Pan y circo y el pueblo tonto y contento. Y mientras la estación central de Vilnius se llena otra vez con indigentes y pobres ancianas cargadas de bolsas. Ancianas que tienen toda la tristeza del mundo guardada en sus bolsas de plástico. Y que permanecen quietas, sentadas en los bancos de la estación central de Vilnius. Sin hablar. En silencio. Llorando por dentro. Y se están así horas enteras sin moverse. Hasta que cierran la estación con el último tren lanzadera que llega desde el Aeropuerto de Vilnius. Entonces aparecen los tipos de seguridad y la policía y desalojan con malas maneras a todas esas sombras molestas que habitan en los márgenes de la sociedad opulenta. Las ancianas e indigentes deben salir de la estación con sus bolsas de los supermercados Iki y sus botas de plástico. Aunque caiga una nevada terrible y haga 20 grados bajo cero fuera.Qué duro debe ser acabar de esa forma una vida. Miseria y opulencia son las dos caras de la misma moneda. Deporte y negocio. Vida sana y alimentos hipercalóricos. Creo que me estoy transformando en un socialista un poco a la manera de Tolstoi. Sólo quisiera no acabar como él. Muerto de frío en un banco de una estación secundaria mientras espero un tren que no llega. Sabonis, por cierto, se ha puesto fondón y tiene las rodillas destrozadas.
Luego, de inmediato, cuando vuelva de mi incursión en tierra de vikingos, y casi sin darme tiempo ni a lavarme los calzoncillos, volveré a pisar las calles de Riga pues, como dije en otro post, participaré en otro proyecto educativo. Éste financiado por el Programa Erasmus LLP (que es un Erasmus para profes). Si no fuera por las condiciones climáticas y por la crisis económica que padece el país podría decir que estaría viviendo en la tierra de jauja donde ataban a los perros con longanizas.
Debido a tanta ida y venida no voy a tener demasiado tiempo estos días para actualizar mi blog. Sin embargo no puedo irme sin referirme a la crisis institucional que vivió el país como consecuencia de la detención del capo mafioso Henrikas Daktaras. Su detención provocó la caída del Presidente del Saeimas o Parlamento Lituano, Arunas Valinskas. Su propio partido político, el Tautos prisikėlimo partija (Partido de la Resurrección Nacional), que él mismo creó, lo acabó dejando con el culo al aire. Y el número dos de su partido decidió romper sus compromisos políticos con quien hasta hace poco fuera su líder. Y ha creado una agrupación política "independiente" formada por parlamentarios que ocupaban sillón en el Saeimas. Y que habían pertenecido al Partido de la Resurrección Nacional del defenestrado Valinskas. Sillón al que, por supuesto, no han renunciado. Ni tampoco Valinskas. Que sigue ocupando su puesto y compaginando sus actividades parlamentarias con las de productor de horrendos programas televisivos. Este grupo de parlamentarios le resultan vitales al gobierno del conservador A. Kubilius. Sin su apoyo en el Saeimas el Primer Ministro Kubilius se vería forzado a la convocatoria de elecciones anticipadas. Con el riesgo de perderlas. Sobre todo ahora, cuando la sociedad lituana se encuentra sumida en una situación de profunda crisis económica y moral. Una situación de crisis que se agudizará este invierno cuando la central nuclear de Ignalina (que suministraba energía barata no sólo a Lituania sino también a sus vecinos del Báltico) se apague por imposición del tratado de adhesión de Lituania a la Unión Europea. Cuando se cierre Ignalina el país pasará de ser exportador a convertirse en importador neto de energía. Energía que tendrá que pagar a precios europeos. El precio de la factura energética del ciudadano de a pie se incrementará dramáticamente. El efecto de esa subida en los precios de la energía se ha trasladado anticipadamente al precio de los alquileres. Que han caído en picado en todo el país. Entre el 30 y el 50%, depende de la ciudad y de la zona. Ahora es fácil encontrar apartamentos en Kaunas en relativamente buen estado por unas 300 litas al mes. Unos 90 euros al cambio. La explicación a este fenómeno se encuentra en las características peculiares del sistema de calefacción del que están dotados la mayoría de bloques de pisos en este país. Se trata de un sistema diseñado en tiempos de la República Socialista de Lituania. Un sistema comunitario de calefacción. Y que funcionaba bastante bien cuando la energía era suministrada casi a precio simbólico por el estado socialista. Pero cuando el suministro de energía se privatizó y dejó de ser un "derecho de ciudadanía" para transformarse en una commodity (en un bien sujeto a los caprichos de la "mano invisible" del mercado), entonces ese sistema de calefacción comunal se transformó en una carga para quienes vivían en estos edificios. La mayoría trabajadores, jubilados y personas de rentas modestas. La factura no hace más que crecer y crecer. Y como el sistema es comunal es imposible desconectarse de la calefacción. La calefacción está ahí quieras o no quieras. Aunque te vayas por unos días a Dinamarca. Tu piso estará siempre bien calentito. Aunque no haya nadie dentro. Y si no se paga la deuda, ésta se va acumulando. Como una espada de Damocles que amenaza con el deshaucio. Llega un momento en que la compañía suministradora de energía decide actuar jurídicamente. Y entonces acude al Juzgado (que aquí llaman Teismas) y solicita el embargo del piso para pagar el importe de la deuda acumulada. Cientos de propietarios, en su mayoría jubilados sin recursos y con pensiones miserables, se han visto deshauciados por no poder abonar el importe de la factura de la calefacción. Los pisos luego son subastados y vendidos a quienes ofrezcan hacerse cargo del importe de la deuda acumulada. Esta situación explica por qué los pisos de segunda mano con sistema comunal de calefacción no tienen ahora mismo casi ningún valor en el mercado. Porque pagar 90 euros por un piso con cuarto de baño, salón, cocina y con vistas a un bonito jardín de álamos y abedules suena casi a chiste. Cuando vuelva de mi periplo escandinavo me reuniré con el propietario de este piso en el que vivo y le pediré ajustar el precio del alquiler. Y creo que aceptará porque si lo abandono no creo que pueda encontrar a nadie que se "atreva" a ocuparlo y hacerse cargo de las cargas comunales. Y el hombre, una persona ya muy mayor, no podría hacer frente a las cuotas mensuales de la calefacción. De hecho, hay muchos inquilinos que viven en estos pisos sin pagar una lita a sus propietarios. Sólo pagan la calefacción y los suministros. Y el propietario al menos mantiene la propiedad. A la espera de poder deshacerse del muerto por un precio razonable. Y ahora, según parece, los precios están tan bajos que nadie quiere vender. Y los que quieren vender tampoco pueden hacerlo porque quienes estarían interesados en comprar demoran su decisión pues entienden que los precios de la vivienda aún seguirán bajando mientras se mantenga la actual coyuntura económica.
Historia de la fotografía: Subo en este post una fotografía que tomé hace un tiempo. Se trata de la huella de la mano del mítico jugador de baloncesto Arvydas Sabonis. La huella se encuentra en la puerta de un establecimiento McDrive ubicado a unos quinientos metros de donde vivo. Es el McDonalds más grande del país. Y está abierto las veinticuatro horas del día. Los 365 días del año. Y la mano de Sabonis se encuentra en su entrada. Como si se tratase de una estrella de Hollywood. De hecho, Sabonis es en esta país más importante que cualquier estrella. Es una leyenda viviente. El baloncesto hizo millonario a Sabonis. Y acabó comprando el Zalgiris Kaunas. En cuya cantera se formó como jugador. En tiempos de la Unión Soviética. Sabonis, por cierto, estudió en la LZUU. La famosa Universidad de Agricultura de Kaunas, a la que acudían estudiantes de todos los rincones de la Unión Soviética, y de otros países de la órbita socialista. Sabonis llegó a compartir aula con la madre de mi chica. Supongo que a Sabonis la crisis le importa un pimiento. Tiene varios negocios que parecen que le van bastante bien. Una cadena de tintorerías pijas llamada Sabonio, una empresa que fabrica e instala ventanas de plástico y varias empresas inmobiliarias. También creó una fundación que promueve el krepšinis, como lo llaman en Lituania, y que gestiona una escuela de baloncesto para niños y jóvenes. Lo de la empresa de instalación de ventanas es aquí un negocio cojonudo. Muchos pisos todavía tienen ventanas de madera por donde se cuela el frío en invierno. En cuanto pueden permitírselo incluso los lituanos con rentas más modestas buscan de inmediato cambiarse esas ventanas de madera e instalar ventanas de doble cristal y de plástico. Que aíslan mejor los habitáculos de las severas temperaturas del crudo invierno báltico.
Sabonis se casó con la que ahora es su mujer Ingrida Saboniene. La primera chica que ganó el premio Miss Lituania. Cuando el país alcanzó la independencia y abrazó, como todos los países de la órbita soviética, el credo y los vicios de la sociedad capitalista. El ex-jugador de baloncesto mantiene negocios y tiene propiedades en España. En la que vive por temporadas. Hace un par de meses el ahora empresario apareció en la prensa pidiendo dinero porque su equipo, el Zalgiris Kaunas, está pasando por momentos difíciles. Al parecer el equipo tiene problemas para pagar las nóminas de sus jugadores. El Ayuntamiento de Kaunas ya ha dicho que ayudará a reflotar al equipo. Joder, todavía no entiendo por qué se despilfarra el dinero de esta manera. Pan y circo y el pueblo tonto y contento. Y mientras la estación central de Vilnius se llena otra vez con indigentes y pobres ancianas cargadas de bolsas. Ancianas que tienen toda la tristeza del mundo guardada en sus bolsas de plástico. Y que permanecen quietas, sentadas en los bancos de la estación central de Vilnius. Sin hablar. En silencio. Llorando por dentro. Y se están así horas enteras sin moverse. Hasta que cierran la estación con el último tren lanzadera que llega desde el Aeropuerto de Vilnius. Entonces aparecen los tipos de seguridad y la policía y desalojan con malas maneras a todas esas sombras molestas que habitan en los márgenes de la sociedad opulenta. Las ancianas e indigentes deben salir de la estación con sus bolsas de los supermercados Iki y sus botas de plástico. Aunque caiga una nevada terrible y haga 20 grados bajo cero fuera.Qué duro debe ser acabar de esa forma una vida. Miseria y opulencia son las dos caras de la misma moneda. Deporte y negocio. Vida sana y alimentos hipercalóricos. Creo que me estoy transformando en un socialista un poco a la manera de Tolstoi. Sólo quisiera no acabar como él. Muerto de frío en un banco de una estación secundaria mientras espero un tren que no llega. Sabonis, por cierto, se ha puesto fondón y tiene las rodillas destrozadas.
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